martes, 25 de diciembre de 2018

SECUENCIA


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SECUENCIA

No para el motor, solo quiere comprar tabaco, pero se queda media hora en el bar. Hay que aprovechar que el niño permanece catatónico frente a los parpadeos de la pantalla. El gruñido obstinado de la vieja furgoneta se va colando por las rendijas de los edificios vecinos.

El zumbido le está poniendo los nervios de punta. Le dice al oído que va a salir un momento. Ella asiente sin abrir los ojos. Al coche le cuesta arrancar, cuando lo consigue es para detenerse detrás de un tanque humeante de charla con los amigos. El megacoche ocupa casi toda la acera pero aun así, no deja espacio libre suficiente para que se pueda circular.  

En el cajero hay más cola de la esperada. Mientras se lamenta de la mala suerte, los gases de su vehículo se van depositando sobre las uvas, las fresas y las coliflores del colmado. Una mujer está eligiendo a conciencia cada pieza, para la merienda de los niños, quizás. El conductor de la furgoneta que acaba de llegar, le toca el claxon. Ella le pide un poco de paciencia con la palma de la mano. Pasa una joven muy pálida con una mascarilla cubriéndole la boca y la nariz. Pasa una ambulancia.

Imagen:Taringa

jueves, 3 de mayo de 2018

SIN MAQUILLAJE

Imagen de internet



SIN MAQUILLAJE

“Deberías ver las rozaduras de mis talones”, escribo deseando que el golpear de las teclas me lleve a un lugar todavía desconocido. Me asomo a la ventana. En la terraza del bar una amiga me cuenta la felicidad de ser abuela, a pesar de tener que correr de un lado a otro con los nietos para que sus hijos puedan pagar el piso, comprarse un coche o irse de vacaciones. “Qué voy a hacer…”, suspira mientras se aleja haciendo mutis por el entarimado. Sus pies, antes siempre a punto, lucen olvidados sobre unos tacones gastados. 

POR UN INSTANTE DE CIELO 

“Deberías ver las rozaduras de mis talones” dice la voz anónima que acaba de silenciar la puerta del ascensor. Lo primero que me viene a la cabeza es una persona mayor con la piel gastada por tantos pasos andados. Solo después me acuerdo de Mireia, la madre del tercero, que, de ser cierto lo que se cuenta, también las llevará en el cuero cabelludo, entre su rubia y cuidada melena, y en el corazón. Bajo las escaleras volando, a tiempo de ver dos cabezas casi albinas deslizándose por la empinada calle sobre una silla de ruedas. 


#practicandoSer