Abres
la caja A de las alhajas y respiras. Quién lo hubiera dicho, su luz tiene ya un
cierto parecido con el tesoro que imaginabas de niña, a solas. Miradas,
sonrisas, manos que te sostuvieron cuando el camino se precipitaba por abismos
demasiado abruptos. Están todos, no falta nadie. Está Ella, el principio de
todo lo que eres. Ella, la que te devolvió la vida, te protegió, te enseñó y te ayudó a encontrar
un lugar en el mundo.
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